miércoles, 23 de septiembre de 2009

ME VOY A LA CONCHINCHINA

No sé como, ni cuando, surgió la idea de ir a Vietnam. Supongo que en algún momento se me pasó por la cabeza, pero no sabría decir exactamente cuando. Tomé la decisión firme de irme a Vietnam, pero tampoco recuerdo cuando pasé de coquetear con la idea, a decidir realmente hacer este viaje.

Lo cierto es que no siempre una simple idea toma cuerpo para convertirse en realidad. Pero está vez la idea iba a tomar cuerpo.
Soy de los que pienso que las cosas no suceden casualmente, sino que detrás de una acción aparentemente incomprensible, siempre hay una poderosa razón, aunque no seamos capaces de apercibirnos de su verdadero motivo.



Lo cierto es que estoy enfrascado en este viaje, que me va encandilando cada día más y más, hasta el punto de que se me hace incomprensible que no me lo haya planteado mucho antes.

De Vietnam solo conozco la tristemente famosa Guerra del Vietnam, que tantas veces ha sido argumento de películas americanas, y que desde el prisma americano han explicado la guerra. Y sin embargo tanto Vietnam, su cultura, como sus gentes, siempre han quedado ocultadas bajo la larga sombra de la guerra.
Por eso, siento la necesidad de descubrir la cultura de un país que me resulta desconocido, sus amables gentes, su lengua sonora, su rica y gustosa cocina y sus impresionantes paisajes. Deseo visitar sus templos y pagodas, pero también deseo conocer la vida trepidante de un dragón que ha despertado de un largo letargo, para encarar los retos de un futuro inmediato.

Siempre he distinguido entre el turismo y el viaje. El turismo como el desplazamiento de un lugar a otro, para disfrutar del lugar que visitamos pero sin ninguna implicación personal, mientras que en el viaje nos sumergimos en una cultura, entramos en contacto con gente insopechada, experimentamos sensaciones nuevas y todo ello para modificar nuestra perspectiva de las cosas y para enriquecernos como personas. A través del viaje vamos modelando nuestra persona, nos hacemos más comprensibles y más tolerantes, ampliamos nuestras miras y tomamos conciencia de un mundo más diverso.
Un viaje representa un cambio de perspectiva, una vivencia completa, adecuar mi visión de las cosas a un nuevo prisma, conocer, para conocer(me), fluir con el lugar y el tiempo, sin premisas, sin prejuicios y abierto a un devenir amplio y vivencial.


Vietnam y su gente ha sufrido mucho, a lo largo de su historia. Los chinos, los franceses y últimamente los americanos han intentado arrebatar a sus gentes su forma de vivir, su independencia, y sin embargo no han perdido las ganas de sonreír, y se perfilan como un país a tener en cuenta en un futuro que ya es hoy.
Me apetece conocer un país que todavía tiene personalidad, que su gente tiene mucho que decir, que su cultura es mayormente desconocida, teniendo en cuenta la sombra que sus gigantes vecinos le hacen, pero que su gente todavía sabe sonreír espontáneamente.